ALEJANDRO GONZÁLEZ
De las manos el tacto, del gusto la vida, de su maestría el mezcal.
Hace ya un par de años que por los andares de la vida me encontré en una cata de mezcal con Alejandro González Anaya. Si bien yo no sabía quién era, ni de dónde venía, ni a qué se dedicaba, intuía una suerte de maestría en la manera en cómo se pronunciaba en temática de la alquimia que envuelve a la planta de agave. No, la cata no era de su etiqueta —era de otro buen amigo— e insisto, yo aún no reconocía su bien lograda posición en el podio de los maestros mezcaleros que habitan Guanajuato.
Poco a poco fui coincidiendo con él en diferentes lugares, con distintos propósitos y en diversas circunstancias, siempre con ese algo que de manera innegable nos unía: el amor por la naturaleza, por los animales, por el maguey, por la historia y, por sobre todo, por el mezcal. Tiempo después pude finalmente asistir a una cata de su etiqueta, denominada Hacienda Vergel de Guadalupe. Junto a Bety, su inseparable compañera de vida y técnica, pude atestiguar la complicidad e imaginativa que de este par emana, y que es gracias a ello que han conseguido viajar, reconstruirse, aprender, compartir y de regreso en su hacienda confrontar al cuerpo sin pencas del eventual destilado en una exquisita batalla de paladares, materias y aromas.
Hacienda Vergel de Guadalupe
Recuerdo bien que para esa cata asistimos personas tanto de habla hispana como de nacionalidad extranjera, reto que obviamente se dibujaba en explicar sus procesos de destilación en dos lenguas, pero eso no los detuvo. Fue una experiencia interesante, pues en el compartir sus conocimientos no solo se habla de la planta de agave per se, o de sus formas de cocción, fermentación y destilación; se habla a su vez de historia y de lo que posiciona al estado de Guanajuato como un epicentro destilador que ya forma parte de los intangibles de una nación.
Ale, como cariñosamente nos referimos a él, es un apasionado del tema… ¡muy apasionado! Es curiosamente un agrónomo con especialidad en zootecnia, sin embargo la vida le condujo por otros caminos. Hace poco, en una llamada virtual nos compartía que su primer encuentro con el mezcal fue a su vez tanto interesante como intrigante… y aquí me permitiré citarle dejando a ustedes lectores la faena de interpretar su divina expresión: “en cuernos de res se servía el mezcal [dijo]… y con tres cuernos, tuve”.
Hacienda Vergel de Guadalupe
Si bien tanto él como Bety tienen conocimiento de agaves, pulque y mezcal desde la tradición heredada de sus abuelos —o inclusive antes—, ellos se han dedicado a reunir información por demás relevante y no tienen empacho en compartirla con quienes les visitan. Como mencioné anteriormente, lo he encontrado en varios escenarios y con gran orgullo comparto que ha sido mi maestro. Es también el maestro mezcalero de muchos, por lo cual me valgo de estas líneas para denominarle como El Maestro de los maestros mezcaleros. Se dice fácil, pero no lo es.
Hoy en día, si el municipio de San Luis de la Paz —donde su hacienda Vergel de Guadalupe se encuentra asentada— cuenta con un saber para hacer mezcal, es gracias a él. Me consta que su incansable andar en la industria mezcalera no ha sido sencillo, sin embargo, ha sabido ser partícipe y ajeno cuando la situación así le demandé, y eso también requiere maestría. En lo personal, le estoy sumamente agradecida por lo que ha compartido conmigo de forma tan desinteresada y amigable. De corazón deseo sigamos confabulándonos en derredor a una planta, a veces tan desdeñada y a veces tan querida, compartiendo siempre el mezcal y los relatos en decenas de direcciones.